miércoles, 2 de enero de 2008

SANTA LIBERTAD, EL VALOR DEL LIBRE ALBEDRIO.



Buenos días a todos los seguidores de este espacio perruno. Ayer, como el frío no aconsejaba el andar con calles y cantones de la Villa, mi amo se recostó para en la lectura encontrar forma de calentar cuerpo y espíritu. Yo también aburrida me encontraba, así que decidí conectar mi wifi canina a las neuronas de mi amigo, y gracias a la tecnología espiritual de la telepatía, puede adentrarme en aquel libro que con deleite consumía Andrés: Los olvidados de la Historia, una serie de ensayos dirigidos por el profesor Ricardo García Cárcel, siendo el volumen elegido el dedicado a los rebeldes. Entre los personajes históricos que por párrafos discurren, me llamaron la atención dos de ellos, arquetipos de don juanes, pero olvidados del recuerdo en el tiempo. Ambos bien pudieron ser motivo de inspiración para el clérigo, Tirso de Molina, a la hora de redactar El burlador de Sevilla, texto no tan amanerado y tópico con el decimonónico romántico del duque de Rivas: Don Juan Tenorio.
El primero de ellos es un clérigo, un bachiller culto, beneficiario de la Iglesia de Navarrete en La Rioja y que fue llamado por el señor a mediados del siglo XVI, después de padecer destierros varios, tormento del agua en proceso inquisitorial y prisión en varios conventos y casas particulares. Hombre de elevado nivel intelectual, conocedor del derecho canónico, de obras de medicina y gastronomía, además de la obra de Erasmo de Roterdam. También gozó de gran predicamento entre el sexo femenino, siendo innumerables sus correrías, unas veces aprovechando su condición de hombre de Iglesia, otras amparándose en la beatitud. Escandalosa fue su relación con una mujer, bella e iletrada, que aquellos siglos de superstición se hacía pasar por beata y con quien mantuvo relaciones carnales más que pecaminosas. Por ello tuvo que reconocer, bajo presión de la tortura que "a veces la sienta en sus rodillas e incluso, en alguna ocasión, aunque sólo por burla y por divertirse, le ha tocado los pechos y ha podido besar en el cuello". Ella fue más rotundamente explícita en sus confesiones sobre las relaciones carnales que hubo mantenido con el clérigo. En un mundo donde la confesión se practicaba, de rodillas el penitente entre las piernas del confesor, y que ya desde los primeros tiempos del cristianismo hizo que los gentiles acusaran a estos creyentes de practicar la fellatio ritual, la Iglesia se empeñó, en Trento, a poner coto a esta tentación y separar, en confesionario enrejado a confesor y penitente. Este hombre falleció, a temprana edad, recién cumplidos los 55, a causa del Tremor Cordis, o dolencia cardiaca que se agravó por los sucesivos pasos por las cárceles del Santo Oficio y por soportar tormento procesal.
El otro personaje fue un noble, de mediados del XVII, don Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana, gentilhombre de la reina doña Isabel de Borbón y correo mayor del Rey. Al igual que el clérigo fue hombre de vasta cultura, ingenio en la versificación y amante amantísimo de las mujeres, todas nobles de condición. Jugador empedernido, fue desterrado por don Felipe III de la corte por tamaño vicio, torero, de los juego de cañas, galán bien parecido, aprovechó el destierro en las tierras de Nápoles para conocer más placeres amatorios y sobre todo para encandilar a la futura mujer de don Felipe IV, doña Isabel de Borbón, desposada a los 18 años con un rey adicto al sexo, que perseguía a todo tipo de damas y villanas. Quizás el abandono conyugal real puedo propiciar una relación entre el galán y la joven reina de las Españas.
El galán, instruído en las artes literarias, compuso una representación teatral, no muy original y un tanto dispensadora del tufo al plagio, para entretener a la citada dama y su corte, en la misma se atrevió a mostrarse en el escenario con cartel que así rezaba: "Mis amores son reales". No contento con tamaña osadía, y aprovechando la representación de la obra de Lope de Vega, El vellocino de oro, después de la Gloria de la Niquea del galán, provocó un incendio, o eso dicen, en el dosel que cubría el espacio donde la reina observaba las representaciones, aprovechó la coyuntura para rescatar a la reina, eso sí en sus brazos, gozando así públicamente del contacto con el delicioso cuerpo de la real dama.
Todos estos atrevimientos, no gustaron ni al Rey ni a sus cortesanos serviles que dominaban su voluntad. A ello hubo que añadir la fama de sus versos, que llegaron hasta la osadía de cargar directamente contra el valido del anterior monarca, el duque de Lerma: "El mayor ladrón del mundo/ por no morir ahorcado/ se vistió de colorado/ . Directa alusión a que consiguió el capelo cardenalicio para eludir el mismo destino trágico de sufrió su subordinado don Rodrigo Calderón. También son famosos sus ataques al todopoderoso conde duque de Olivares. Así que encontró la muerte, acuchillado por dos profesionales en plena calle, siéndolo por su osadía en amores y por expresar, con una acidez que haría famoso a Quevedo, sus opiniones políticas.
Bendita sea la Santa Libertad de la que gozamos, pues en el ejemplo que nos muestra la Historia indica que cualquier tiempo pasado fue peor, sobre todo para el LIBRE ALBEDRÍO.

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