Buenos días los sean para todos los que siguen este espacio con tanta devoción. La verdad es que estoy hiper encantada del éxito que tienen mis ocurrencias. Parece confirmarse que los humanos están deseosos de grandes dósis de sentido común condimentadas eso sí con la fragancia del humor.
Espero que la vuelta a la normalidad os haya sido placentera después de los excesos del puente, de las comilonas en los chiringuitos de playa, esas maravillosas paellas aderezadas con arena y sobre todo con marisco multicongelado, de los atascos, del quemazo como un mazo del sol traicionero de mayo, de no poder ni pegar ojo por la borrachera y los alardes sexuales de los vecinos, en fin por todas esas cosas maravillosas que llaman ocio y descanso. La verdad es que para disfrutar de la vida no hay nada como el día a día, pero lo humanos, cabecicubos que lo son, gustan en exceso del sadomasoquismo.
Pero la vuelta a a realidad es deprimente, a mí también me pasa y cuando una entra en la red para ver que se cuece por los mentideros de la prensa diaria, se encuentra con las múltiples barbaridades, que de tanto publicarlas en los medios se convierten en triste epígrafes de la cotidianeidad.
Todavía hay gilipollas, muchos de ellos catedráticos de economía y ciencias políticas, empeñados en que el progreso científico-técnico liberará a la humanidad de todas sus desgracias, una vez dominadas las fuerzas de la naturaleza se acabaron nuestros problemas. Pero a mí me da la impresión que siempre es a costa de joder a la inmensa mayoría. En el primer mundo se vive de puta madre, pero ojo con grandes dósis también de crueldad, cierto que minimizadas por ese invento útil de los humanos que se llama democracia. Pero en el resto del planeta la vida es más dura y salvaje que en el paleolítico.
La imagen del contraste entre dos mundos irreconocibles entre sí la pueda dar la ciudad brasileña de Recife, que no es una gran urbe, no más de 300.000 habitantes. Allí conviven la opulencia y la extrema pobreza, en el medio ese catalizador de paz social que son las clases medias, pero tan puteadas y ninguneadas que tienden a desparecer, siempre hacia el lado mísero.
En las chabolas de Recife la vida no vale absolutamente nada y la indiferencia que muestra la foto ante el cadáver de un jóven en el medio de la inmundicia es paradigmática. Esta foto es un ejemplo claro de deshumanización brutal de los condenados habitantes de los suburbios de la miseria.
Drogas, alcohol, violencia conta los más débiles, como niños, mujeres, adolescentes o animales es la válvula de escape de los prisioneros en el infierno de la vida.
Yo sólo deseo con todas mis fuerzas que vuelva "El Zorro" o "Robin Hood" para acabar con esta mierda.
Pero amigos no vamos a deprimirnos, cada uno en nuestra vida cotidiana, podemos hacer este mundo mucho más habitable, no culpemos sólo a los políticos y oligarcas, nosotros somos capaces de hacer felices a las personas más cercanas. Manos a la obra, después a montar el follón a los jetas de la vida.
Un beso colegis
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