Buenos días otra vez amados, como veo que de imaginación nada, vuelvo a tomar el mando. Desde luego ninguno de vosotros llegará de esta manera a ser un Tolstói.
La historia era la siguiente:
Había una vez unas chicas cuyos padres, de origen mejicano y emigrantes ilegales en los EEUU, se alistaron a las FFAA de los yankees. De esa manera lavaban en cierta manera su estirpe de espaldas mojadas. Para no ser menos que los hombres, es decir mujeres hipermodernas y superliberadas, participaron en las tradicionales peleas entre marines, forma de dirimir sus disputas, algo totalmente opuesto a lo que deber ser la racionalidad. Su propio sentido común les decía que no eran formas, pero su objetivo era ser consideradas profesionales tal y como lo eran los hombres. Después de darse una buena tunda a causa de cual sería la primera en entrar en las letrinas, y de mearse ambas en plena contienda, ni los jefes ni oficiales agradecieron su espontánea y masculina forma de dialogar, las arrestaron y siguieron pagándoles 250 dólares menos al mes que a los machitos marines.
Cumplido el arresto decidieron, a imitación de los hombres, acudir a un combate de sumo, puesto que estaban destacadas en la base naval de Okinawa. Allí pudieron ver a los mastodontes hiperalimentados como pugnaban, mediante el agarron en el tanga, sacar al contrario del círculo. Vayan salvajada colgar a un elefante humano del canzoncillo cordelero mientras sus güevos de toro viejo se aplastaban contra la cojonera de tela. A uno de aquellos titanes grasos le hubo abandonada la geisa, estaba la chica harta de que el proboscidio le sacase el busto por la espalda cada vez que se empeñaba en practicar la postura del misionero. Pero fruto de aquellos acoplamientos, tan poco satisfactorios para la dama, nació un precioso niño, tan genéticamente glúcido como el progenitor.
El niño, dotado de un apetito acorde con su mollas, pecho reclamaba, más las estériles mamas del padre no servían para calmar la gula láctea. Pero el milagro ocurrió, una chica bien dotada de tetas acudió a la base yankee para comprobar si las dósis de bromuro recetadas a la tropa macho eran suficientes. A tenor de las salvajes erecciones provocadas por la hembra de piel caramelo, mientras cantaba en un escenario protegido por la guardia de enucos de la PM, el mando decidió triplicar las dósis, a la vez que introdujo la medida profiláctica del burka para las damas que debían entrar en la base.
La morenita se apiadó del tierno infante, quien acoplado a las mamas de la bella extrajo con tanta delectación el nectar, que la intervención del cirujano plástico fue necesaria después de la primera mamada para reconstruir el busto apergaminado por las virulentas succiones del nene.
El avispado cirujano colgó el nuevo busto en la red, en el jotube y un político reprimido español lo bajo de la internete y con ese careto quedó después de observar a la Afrofita de Ébano.
Y colorin colorado este cuento se ha acabado.
Un beso, aburridos, ser buenos.
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