Buenos días amados adoradoradores de mis ocurrencias caninas, hoy nuestros queridos amos ya tienen nuevo presidente del gobierno, que es el mismo que tenían antes de las elecciones y también mi amo tiene el mismo gripazo que tenía ayer, así que nada nuevo bajo la capa del sol, salvo que no hay sol, sólo nubes, un frío que pela y un ventarron que más parece un huracán.
Otro día por tanto más aburrida que una mona, sin poder salir a tomar el aire al jardín y ladrar a todo el pase por delante de la casa, pero a mal tiempo buena cara y de eso vamos a comentar, de las malas caras y de que la mujeres son chicas de armas tomar.
Todo empieza con un cuento que a mi misma me cuento, como estoy aburrida pues a inventarme historietas para pasar el tiempo. Empezamos.
Erasé una vez un señor que en nada estimaba a las mujeres y sólo consideraba su presencia como amas de casa, en su casa, como objetos de placer fuera de su casa. Por ello gustaba de tener aventuras con otras mujeres, pero como era más bien desagradable y carente de sentimientos, hubo de conformarse con frecuentar los lupanares. En estos lugares de sexo libre comercial pretendía mostrarse como si de un gálán se tratase y como la buena cortesana al negocio estaba, el pájaro llegó a creerse un Casanova, aunque más bien repugnaba como el sacamantecas.
A su mujer, la de casa, ni caso le hacía, salvo para encamarse salvajemente con ella. Eyaculador precoz que lo era, comedor compulsivo de ajos y cebollas y fumador empedernido, orgasmos no porvocaba, más bien la naúsea y el vómito contenidos. La señora lo aguantaba, más bien por miedo a las violentas borracheras con las que descargaba su fustración en curre y en puti, y por depender económicamente del sádico putero que mala vida le daba. Pero con algo, con alguién tenía que compartir desdicha, así que vino a enamorarse, pero no de un hombre, pues hasta las tetas estaba de bestias, con su marido desgraciado le bastaba. En otra mujer encontró el consuelo, el sentimiento cariñoso y el orgasmo desconocido.
Pero el diablo carga las buenas intenciones de maldad y aconteció que un día, raro en la hora, acudió el marido a la casa, no por buscar refugio o amor en el hogar, simplemente por encontrar algo que empeñar y poder irse de putas y jugarse la tela en el puti. En el dormitorio descubrió a su mujer en ropa interiormente sospechosa, pensó en el amante y buscó, clásico que era en el armario, pero para su sopresa los cuernos eran con mujer y no con macho. Aquello hundió en la miseria su condición la latin lover varonil, enfurecido a golpes quiso emprenderla con ambas mujeres y cuando alzaba la garrota, el séptimo de la caballería femenina acudió en auxilio de las pobres acosadas y de un sólo plumazo a buen recaudo de barrotes puso al agresor.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Moraleja: a los cabrones ni agua, denunciar, que seguro llega el septimo de caballería.
Un beso amados, ser buenos y amantes cariñosos con vuestras chicas.
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