Millones de niños en el mundo tienen, durante todo el año, malo días, jornadas de puta pena que acaban, en muchos casos directamente en la muerte. Un final cruel lento, donde el sufrimiento del hambre asesina lentamente a las criaturas más inocentes de la especie sapiens.
Es curioso pero en los humanos las desgracias colectivas siempre se ceban, con especial crueldad, sobre los colectivos más débiles: niños y mujeres.
Sólo una minoría, normalmente unigénitos occidentales, son los únicos chavales que tienen una infancia digna, con cuidados, amor y una educación universal. Para el resto la mierda del malvivir, de sobrevivir a la mortalidad infantil o caer en las garras de la muerte prematura. Quienes mueren acaban de sufrir, que cruel paradoja, nacer para la vida y fallecer para huir de la misma. Los que libran, una adolescencia de lucha por la vida, en vertederos, en ejércitos privados, en las drogas, en la prostitución o simplemente vegetando mientras transcurren días y días, iguales, donde el denominador común es la condena a no hacer nada. Los más valientes, los más "afortunados" se embarcan en el viaje hacia el milagro de occidente, las caravanas por desiertos, la arribada a las costas, la patera, el trabajo en el nuevo mundo como semiparias sin derechos, el purgatorio en el lugar del infierno natal.
En fin, no os quiero joder el fin de semana, bastantes putadas nos da la vida en este supuesto paraíso del norte rico, no consiste en amargarnos o en mostrar una falsa autocomplacencia de sentirnos privilegiados. El refranero castellano es sabio, así que "mal de muchos, consuelo de tontos". En nuestro día a día, en nuestras actitudes cotidianas, debemos se capaces de modificar, a pequeña escala estos valores negativos de hacen del mundo un lugar inhabitable, un infierno cotidiano. De los políticos, de las grandes cumbres, poco o nada podemos esperar, el cambio quizás sea mejor hacerlo en nuestro pequeño entorno, un tupida red de infímas familias comprometidas puede tejer, de verdad, un mundo más justo.
Los perritos, victimas también de la crueldad humana, os pedimos, por favor, que la protección a la infancia, a las mujeres, a los ancianos, sea vuestra bandera particular irrenunciable e innegociable. Así de lo particular pueda el género humano pasar al estadio superior de la transmisión universal, de forma casi osmótica, de los valores verdaderamente sapiens sapiens.
Vamos a trabajar por un mundo mejor, pero hagámoslo realidad en nuestro entorno inmediato, en nuestra propia familia.
Un beso cariñoso de vuestra heroína canina.
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