sábado, 26 de abril de 2008

PAJILLERAS. IN MEMORIAN








Buenos días amados, una vez más vuestra adorada perrita ataca en la red.
Hoy hemos dado un paseo de puta madre, un día precioso, buena temperatura y ni Blas por el campo, el escenario perfecto.
De vuelta a casa lo de todos los fines de semana, los amos levantados desde las 8 de la mañana, los niños malhumorados nada más amacer al día, es decir a las 10 de la mañana. El mayor por mayor, la pequeña por pequeña, el circo montado y la consiguiente ración de berridos y malas caras. Joseba, que está en esa adolescencia que debe ser eterna, pues ya para los 18 va, de lavarse nada quiere saber, será que quiere conservar sine die las feromonas alteradas, pero lo que consigue es cabrear a padre y madre. La pequeña con sus deberes, la cruz del hiperactivo y como no el gólgota de los papis.
En fin a buen tiempo buena cara, a malas caras buen tiempo (me ha quedado cojonudo). Ayer estuve leyendo con mi amo, perdón fue antes de ayer, la noche pasada fue imposible. El hombre por lo visto se tomó unas cuantas cervezas y a roncar como un camello para las 11 de la noche. La verdad es que lleva mala vida, todo el santo día currando y para una vez que hace un exceso al mes se come un dolor de cabeza semanal.
El libro en cuestión se titula Los años del miedo del escritor español Juan Eslava Galán. En el se tratan los crueles años de la dictadura del mequetrefe de Franco (ahora me atrevo a insultarle, pero en aquellos años por menos te ponían contra la pared o te untaban a vergazos, con la polla disecada de un toro), años de horror en la penumbra del hambre y el terror. En aquellos años desgraciados, donde los vencedores (una pequeña parte de ellos) hacían sus particulares ajustes de cuentas y donde los vencido (todos) las pasaban putas, las mujeres fueron victimas de su personal cruz añadida a la del resto de los infortunados españoles. Unas fueron elevadas a los altares de forzadas vestales como la infortunada hermana de José Antonio Primo de Rivera, a la que los jerarcas de la Falange (osea los imitamonos de los nazis y fascistas) quisieron cruzar con el unigüevo de Hitler, menos mal que se quedó, entre otras cosas por fea, para vestir santos, ya que copular con el diablo debe ser brutalmente vomitivo. Para otras el papel de fieles amas de casa, para las cuales el hogar y la misa eran el destino mientras de preñez en preñez alumbraban los sueños imperiales de los tarados que desgobernaban la España de la posguerra. Monjas o amas de casa, pero también putas.
En un mundo tan hipócrita como el de la Dicatura nacionalcatólica, donde predicadores locos pretendían que la peña follara con la ropa puesta, la prostitución fue consentida, tolerada y utilizada hasta por los jerarcas de la Iglesia, amen de los abusos de los pederastras oficiales con bula. Las mujeres que se dedicaban a este oficio, la inmensa mayoría por necesidad, lo ejercían de varias maneras. Unas en burdeles de lujo, otras en las mancebias de las ciudades, alguna por libre y las más viejas y feas en calles, descampados, cines y demás lugares públicos. Las más afortunadas consigueron que alguno las sacara del oficio, e incluso se pudieron asentar con damas respetables, otras vivían como mantenidas (el pisito y la mercería), pero la mayoría a pasarlas putas sin posibilidad de remisión.
Entre estas mujeres existía la especialidad de las pajilleras, quienes por un módico estipendio le masturbaban al más pintado en las butacas traseras del cine. El colmo del sibarisitismo era la paja con sonido, es decir con el tintinear de las pulseras de aro que para tal propósito, y a requerimiento del cliente, utilizaban con elemento sofisticado para la corrida seminal.
Un mundo de asco, de enfermedades veneras (a pesar de que los franquistas decían controlar sanitariamente los burdeles), de sordidez en el que mujeres y hombres se sacudían de la miseria cotidiana en el sexo de pago. Muchos soldados probaron el remedio a las purgaciones, cánula en la polla inflamada e inyección hiperdolorosa de permanganato, castigo a sus debilidades sexuales.
Pero el mundo no cambia y aunque creo que las pajilleras han desaparecido, sigue el cruel drama de la prostitución en esta España de hoy tan rica. La foto es la misma, putas de lujo, putas de barra americana, unas pocas por libre, muchas en la puta calle o en la rotondas, nieve o hiele. Ahora no son españolas, son esclavas sexuales de origen americano o de zonas del este de Europa. Pero tan desgraciadamente esclavizadas o más que aquellas inolvidables pajilleras.
En los países emergentes, Rusia o China, las putas igual que en los años 40 españoles.
Chicas esto no mejora, parece que empeora, por eso vigilancia y denuncia. Quizás un día los GEOS derriben el muro de la esclavitud sexual. Quizás un día esos machos degenerados no se puedan reproducir y sin carga genética por el mundo desaparezcan los puteros.
Un beso que me voy a sobar, ahora parece que hay más silencio y los gritos han desaparecido.
Os quiero a todos, incluso a los adolescentes y adolescentas.


No hay comentarios: