Buenos días infatigables seguidores de mis peregrinas ocurrencias perrunas. Hoy el día de Santa Águeda, que haya por las tierras de donde es originario mi amo, es patrona de los que están mal de la chaveta. En otros lugares de España se celebraba, aunque no entiendo el motivo, la llamada a quintas de los mozos del pueblo.
Así que hoy y de la mano de la actualidad tocamos el tema de los locos y de los militares. Locos los humanos, siempre empeñados en crueles guerras, de las que las victimas no són los militares, fundamentalmente lo son mujeres y niños. En África la situación es además de endémica, alarmante. La guerra es una situación cotidiana en el imperio del hambre, las enfermedades y la muerte. Los occidentales para eso tienen su particular receta, en especial los franceses y los belgas, cuando la situación se torna insostenible, despliegan a los paracaidistas quienes agrupan a los blancos y los embarcan en los AIRBUS con destino a las antiguas metrópolis, mientras los indígenas dan rienda suelta la salvajismo asesino de los desesperados.
Pocas cosas han cambiado en el continente olvidado y la presencia de los paracas es el símbolo de la permanencia del colonialismo, que ha dejado de ser formalmente político para manifestarse en la explotación por parte de las multinacionales de los recursos necesarios para Occidente.
Mientras los ciudadanos corrientes del primer mundo contemplan, escandalizados y aturdidos, las imágenes de TV en la que se recrea el salvajismo más primigenio. Al final queda el poso de que los negros son así, salvajes, incontrolables e imposibles de civilizar. Pero esta es una de las grandes falacias, no se puede condenar a todo un continente, dia a día, año tras año, a que la mayoría de sus habitantes se levanten al amanecer sin tener nada que hacer, simplemente buscarse la vida para sobrevivir. En estas condiciones nadie puede progresar, sólo queda el recurso del impotente, el estallido de la violencia. Me pregunto como la humanidad puede consentir que tantos recursos humanos se malogren en la nada, supongo que miles de grandes cerebros deambulan, inactivos y desaprovechados, por las ciudades insalubres de África. Es el desperdicio mayor que se pueda hacer, condenar al hombre a la nada de la miseria más absoluta.
Mientras los paracas, los hombres venidos del cielo, allí están como fuerza militar para defender sólo a los blancos. El niño de la foto, con su mochila de estudiante, contempla al sargento blanco, como lo hicieron su padre, su abuelo y sus bisabuelos, siempre lo mismo, el negro infantil que necesita al policía blanco que lo vigile.
Y siempre el paraca, nunca ni infantería ni otras fuerzas, sólo paracas. Dicen los etnógrafos que es una manera consciente empleada por los occidentales para acojonar a los nativos, pues estos consideran semidioses a quienes vienen del cielo. En este caso son más bien demonios que muchas veces derribaron gobiernos al capricho y las órdenes de la antigua metrópoli, sin tener para nada en cuenta ni a la etnias, ni a las costumbres culturales de cada pueblo.
Mejor sería sustituir a los paracas por técnicos, por ayuda, por desarrollo tecnólogico sostenible. Pero es mejor mantener el status colonial, exprimir sus recursos y olvidarse de las gentes de África y en occidente, entre la pena y el horror, disfrutar del expolio de todo un continente.
Paradoja cruel de los sapiens, los animales jamás haríamos eso.
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