Buenos días amados, todavía no ha nevado, por lo menos en el pueblo, pero nevará y si no nieva pues nada, ajo y agua.
Hoy se celebra el Día Internacional contra el Maltrato a las mujeres. Son demasiados los días internacionales contra todo, pero al final parece que de poco sirve. Muchas campañas, miles de declaraciones institucionales, grandes alardes publicitarios y cientos de actos en cada municipio y localidad del mundo, pero la cruda realidad cotidiana se impone. La especie humana es brutal, no sólo contra otras especies, contra el medio natural, también se revuelve sanguinaria contra sí misma. Extremo éste muy difícil de entender para una simple perrita.
Los medios de comunicación nos sacuden el alma diariamente con noticias espeluznantes, hombre que agraden y asesinan a sus compañeras, casos de infanticidio, explotación en régimen de esclavitud a menores y hasta canibalismo. Una no sabe si este aumento exponencial del salvajismo es resultado de que la información fluye a gran velocidad en la red, de que el conocimiento de los hechos es ya global, o que en realidad los humanos cada día están más locos, más bestializados, más infrahumanizados.
Los poderes públicos, por lo menos en los regímenes que se denominan como democráticos, se afanan por legislar, pero los resultados siguen siendo negativos. En las dictaduras, en los espacios en los que el imperio de la ley no se conoce, los salvajes campan por sus anchas.
Cuando la crisis ha sacudido el mundo occidental, se convocan cumbres internacionales, los gobiernos dedican miles de millones de euros para salvar a los tiburones financieros. Cuando se trata de la violencia de género, el maltrato a la infancia, el genocidio en África, no se convoca ni al G20, ni al G8, ni al G de los cojones. Para las mujeres, los viejos, los niños y otros colectivos masacrados por la violencia, la guerra o la enfermedad, no hay planes de salvación, ni millonarias ayudas a cargo del erario público. Otra más de las innumerables paradojas de los humanos, se socorre a los ladrones y a las víctimas inocentes se las recuerda un día, para olvidarlas a las 24 horas.
En mi tierra, con propiedad donde vivo ya que yo soy una perrita ciudadana del mundo, han orquestado lo vinateros locales una campaña para promover, promocionar el consumo de vino entre los jóvenes. La han titulado como “sonidos del vino”.
No me imagino campañas similares promoviendo el consumo del tabaco, de las drogas, de la violencia, de la intolerancia, eso sí siempre con moderación. Ahora resulta que el vino es la piedra filosofal para todo, es saludable, fomenta la creatividad y alarga la vida, y también da mucho dinero, sobre todo a los bodegueros.
Pero el vino, el alcohol, tiene otros sonidos, que vienen retumbando desde casi el inicio de los tiempos, y no son, ni han sido precisamente agradables. Palizas a las mujeres, a los hijos, desestructuración familiar, ruina física y personal, degeneración mental y locura.
El alcohol es uno de los muchos aditamentos alucinógenos que necesitan los humanos para evadirse de ser los reyes de la creación. Son la única especie que conscientemente se autodestruye, se suicida lenta y legalmente.
En fin estos sapiens están locos, como diría el bueno de Obelix de los romanos.
Menos mal que los perritos, todos los animales, las chicas, los niños y los ancianos estamos cuerdos, que de lo contrario el mundo se hubiera ido, hace siglos, a tomar por culo.
Os dejo, voy a mirar al cielo e implorar que la nieve cubra con su manto blanquecino, por unos días, la mierda que salpica y embarra de olores maléficos este precioso planeta azul.
Un beso coleguitas.
PD: hoy sólo pongo una foto, no me caben los millones de rostros que han sufrido y sufren esta puta lacra.
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